Le sobraban suspiros
a la tarde,
y besos a la eterna primavera,
amores al estío
y blanco inmaculado,
a la noche dormida
sobre el fuego de la hoguera.
Era sombra tu carne,
prendida del balcón desierto,
tu risa....
la burla misteriosa
del destino en las aceras.
Le faltaban palabras al olvido,
ausencias al silencio,
abrigo al letargo de tus manos,
y caricias, al aroma inocente
de tu pelo.
Eran lirios tus ojos,
tibios de sal y sol,
al pie de la ventana
abierta sobre el mar de
mi condena.
Jugábamos descalzos
a buscar por el río,
bajo el agua del tiempo,
una quimera.
Lola Franco (Alanís, Sevilla)
Publicado en la revista Aldaba 31
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