viernes, 6 de enero de 2017

LA DECENCIA


Algunas mozas se quedaban solteras por ser demasiado decentes. Y entonces lo que pasaba es que eran decentes y solteronas.
Si se desconocen los límites, algunas cualidades dejan de serlo, al menos en parte. Con la decencia pasa eso. La vida me ha ido enseñando esa pequeña lección de humildad. Me ha enseñado que nada se da en toda su pureza, que todo está mezclado y lleno de matices. Que el verde de esta hoja no es lo
verde, tiene aún amarillos, azules, incluso grises. En la decencia puede haber destellos de miedo y el miedo no es buena compañía. Qué mozo va a querer ir de paseo con una de esas mozas virtuosas como el que va en una procesión. Un poco más allá de la vergüenza se halla la virtud guardando implacable una frontera. Y la virtud, como cualquier guardián, tiene la encomienda de intimidar.
Al irse marchitando la flor de la edad, la resistencia resulta ser ya vana, porque ya nadie le pone cerco a la muralla. Y tampoco hay hombres que vengan de conquista desde el otro lado de la montaña. A las muy decentes solo les va quedando el cielo, donde esperan cobrarse los réditos de lo que ya han invertido.
Hasta aquí, hasta Tiempo, nos llegan noticias de que también las mujeres se van a Cuba, donde el tío Arcadio estuvo en una guerra. Al hacerlo, ya se sabe a lo que van.
El salto ha sido de órdago. Pero solamente se trata de distancia, pues me da a mí, que no se necesitaban alforjas para ese viaje.
Mucho ruido me parece que han hecho las mujeres, para terminar copiando los comportamientos de los machos.

Pablo Villa González -España-
Publicado en la revista Oriflama 29

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