Vuelvo cada día
mi cuerpo hacia tu luz,
soy el girasol
que te busca y sueña
tus dedos enredados en mi pelo.
Escucho el canto
de un pájaro de siglos
y un lamento
que no puedo acallar.
Me abriste tus alas
para que me echara a volar,
pero no me fui nunca
de tu regazo,
cada tarde retorno a ti,
como la marea a la orilla.
Mi corazón
es piedra pulida por tus manos,
como agua en el río
mansamente mimada.
ELENA DÍAZ SANTANA -Salamanca-
Publicado en Luz Cultural
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