jueves, 29 de diciembre de 2016

DEPRESIÓN


Un amigo
no deja de pensar en él,
en la muerte,
en piedras negras,
en oscuros logaritmos.

Yo con mis risas
hago que sonría,
que su condena
sea su alianza
más no deja de mirarse
en agujeros negros.

Arrodillado ante una culpa
que no es ni tan siquiera suya,
camina por los bordes
de abismos que no existen
y no sé decírselo.

Su vida, cree,
es un ventilador
en el que gigantescas aspas
son los destrozos de su pasado
que le recuerden quién no es.

No sabe qué es el futuro
ni para qué mira a los ojos
de la gente,
si convierte todo
en remordimientos.

Me dice que cuando le hago reir
soy una bienvenida
y que conmigo el aire es más limpio
y calla y rumia su tristeza
y piensa que ya la luz no es para él.

GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-

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