He conocido demasiados aficionados a la tortura,
aquel pelirrojo empollón de Desamparados
que me hablaba como si se dirigiera a un niño,
aquel rubio descontrolado de Redován
que fingiendo bromear, me llamaba incluso puta,
aquella amiga tuya que fingía ayudarme a promocionarme
pero que en realidad, luchaba por hundir mi vida
y otra infinidad de ogros que habitualmente
y desde que era niño,
veo aparecer en el camino ansiosos de producir
siquiera un poquito de sufrimiento,
es su placer, su felicidad, su ilusión, su niñez
pero tú y yo nos divertimos con el bien
porque fuimos niños buenos y leales
que no creían estupideces
las cosas de la inteligencia.
LUIS RAFAEL GARCÍA LORENTE
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