Sabía
que cuando al fin llegara a la casa,
cerrara la puerta,
pasara el pestillo,
percibiría
el tranquilo monótono de una gotera,
la espectacular luz prestada de la tarde,
lo atraparía
el ángel en sus zarpas,
y quedaría,
preñado de un poema,
virgen y puto,
contemplándolo todo.
Del libro El jubilado de
Alfredo Villanueva Collado -Estados Unidos-
Publicado en Editorial Alebrijes
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