miércoles, 2 de noviembre de 2016
PÚDRETE EN PAZ, SUPERPOBLACIÓN
No tenía prisa para abrirse paso a través del ojo de mirada perdida, ya ablandado por esa sustancia viscosa que tanto le agradaba. De manera que decidió tomar un descanso en su largo viaje arrastrándose desde los órganos genitales del cadáver vecino. No había prisa ni temor a que le arrebataran su presa: en verdad sobraban. Luego de un rato comenzó a roer justo en el puto de la córnea donde algunas venas azules empezaban a brotar como raíces en suelo pantanoso.
Mientras cruzaba el umbral de ese paraíso de putrefacción, sintió la vibración de un brusco movimiento: seguro uno de esos gigantescos seres voladores que horadaban con sus picos la carroña que los de su especie ya no devoraban. Decidió continuar hasta el corazón, no había prisa; además, el cadáver aún se sentía fresco, idóneo para jugar al boy scout.
En su ruta se tropezó con otros colegas, todos satisfechos y sin prisa.
Un impulso profundo, una especie de red electromagnética, los conectaba a todos, haciéndoles compartir la misma sensación de extrañeza y asombro: ¿cómo es que de repente tantos miembros de su especie germinaron al mismo tiempo? Eso sólo pudo haber sido causado por un fenómeno inédito en la historia de la vida y la muerte en el planeta.
Le hubiese gustado ser uno de los gigantescos seres voladores, y así tener el placer de ver billones de
cadáveres de Homo sapiens saturar el paisaje. Sólo regodearse en la contemplación. No tenía que
comprender la causa de esa extinción masiva que repentinamente calló sobre esos singulares mamíferos. No por una plaga venida del espacio exterior o surgida en la tierra; tampoco por el impacto de un meteorito; o una invasión extraterrestre; o un holocausto nuclear debido a su conocida afición por aniquilare unos a otros. Sino simplemente por agotar con su demencial índice de natalidad la energía misma de la vida. ¿Le ocurriría lo mismo a su especie, ahora que la putrefacción de otra ha provocado que sean agentes de esa modalidad de entropía? Por el momento, la única consciencia que importaba… era la de ser el gusano conquistador.
Odilius Vlak —seud.— (República Dominicana)
Publicado en la revista digital Minatura 117
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