La calle de mi infancia huele a ausencia,
solo existe llena de vida
en mi alma, que la recrea.
Vuelvo a ella a poblar el olvido
en busca de calor
y solo encuentro silencio
tras las puertas cerradas,
nadie observa entre los visillos,
ni me pregunte por qué he vuelto.
Me pierdo en el rumor antiguo
del agua de la acequia,
no es mía la ropa blanca tendida al sol,
ni tuya la camisa posada sobre la hierba,
no reconozco lo que veo,
fui alguna vez de este lugar.
La sombra del ciprés acoge mi tristeza,
su abrazo me reconforta,
solo él me prestará sus raíces
para tocar el cielo
y sentirme en casa,
allí están todos
los que vine a buscar.
ELENA DÍAZ SANTANA -Salamanca-
Publicado en Luz Cultural
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