La distancia era un hilo roto,
más arrogancia me acercaba
y mis ojos eran dos búhos.
Sabía que huir era la primero,
y que chocaría contra la espuma
de los días y las sombras
y que cuánto más huyera
más cerca estaría
del tesoro imperfecto
y del deseo sublimado
que convertiría el tiempo
en el tacto de tus dedos.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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