sábado, 8 de octubre de 2016
XXIX
No quiero decir adiós al placer
del tacto de la luna hiriente.
No quiero desprenderme
del untuoso abrazo de su luz
que me impregna y envuelve con densidad,
respirándome desde dentro su leyenda.
Qué locura su lujuria emblanquecida…
Me destierro de ella y me persigue,
miles de espacios me muestra
en lugares blancos que aparecen
bordados de impune verdad,
y soez y con descaro lo expone.
Corre tras de mí gritándome
con mudas manos,
que envueltas en guantes blancos
alcanzan lo inalcanzable,
lo escondido de tus ojos,
lo olvidado del oscuro lado virgen.
En mi desesperada huida, rozo
mi piel con sus afilados halos,
y sangro de rojos los níveos
reflejos de sus deseosos sueños.
Y un grito sordo retumba
el camino argénteo y petrificado.
Y entonces, mientras enrojece
la vara que me sostiene,
escucho un dulce y pálido canto
que procede del interior nacarado de su historia;
y una vez más unta de placeres
las troneras deslizadas de mi razón.
No quiero decir adiós al placer
del tacto de la luna hiriente.
No quiero dejar de perseguir sesgos
de vida, ni siquiera en caminos reservados.
Quiero dejarme abrazar casi con maldad,
por la luz blanquecina de su arrojada existencia.
ROSA MARÍA ESTREMERA BLANCO -Ceuta-
Publicado en Luz Cultural
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