Era tan poca su gracia,
tan poca porque mentía
que utilizaba su audacia
cuando más le convenía,
sin ninguna diplomacia.
Era todo calculado
hurgando en mi corazón
siendo el más aprovechado,
mientras inca su aguijón
como un zángano flipado.
La culpa puede ser mía
por haberle dado tanto;
por tanto que lo quería
es que ahora rompo en llanto,
por su tanta hipocresía.
Mis lágrimas son delito
del bien que por mal hoy pago,
mi dolor le importa un pito
al parásito más vago
con las artes de un mosquito.
Me duele que no lo quiera.
y hasta me siento culpable.
¡Ojalá nadie tuviera
que aguantar a un miserable,
que su sangre le absorbiera!
María Sirena Matri Mar -ESPAÑA-
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