Hubo horas en que no tuve nombre.
Existía mi llanto .
Sobre mi cráneo había mechas tiesas.
Había manchas en mi piel
y miles de certezas en mi carne.
Todo un cosmos tuve.
Pero no tenía nombre.
Mi padre, entonces,
trazo letras sobre un libro
y surgió mi nombre.
Pequeño vínculo con lo invisible.
Lazo hacia la luz.
GONZALO VILLAR -Chile-
Publicado en Gaceta Virtual 117
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