Tu piélago de barro y armonía
llenó mi corazón de arrobamiento;
adiós, razón, adiós entendimiento,
adiós por siempre, adiós, sabiduría.
Mis ojos abrasaron librerías,
buscando en el saber un fundamento
que, yendo más allá del sentimiento,
ahondara una mayor filosofía.
Más seria que la efímera alegría
de andar enamorado todo el día
de rosas agitadas en el viento.
En cambio me ocurrió tu movimiento,
que toda mi razón contradecía,
hundiéndome en el hoyo del que huía.
Del libro El cielo se hizo de amor de
Mariano Estrada
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