martes, 30 de agosto de 2016
LA BRAVA
¿Nos dejó este maestro de la novela negra con su adiós definitivo?
No, lo sucedido es que falleció en 2013 con los ochenta y siete años creadores bien cumplidos, literalmente entendido.
Era también de casta de muerto, a igual que sus personajes, como todos los humanos caramba, porque a tartamudear y mentir, esos políticos protectores de corruptos y traficantes sin piedad de todo lo que deja pasta en abundancia. Son pillos y corruptos de altura que se consideran perennes de por vida, que el oficio se hereda. Pero unos y otros, como este que escribe somos de casta de muertos. Caronte y su barca son pacientes.
Y en este caso la obra de Elmore Leonard queda en el tiempo
Tesoro literario de Elmore Leonard, con ese medio centenar títulos de novela negra de duro realismo social, acción viva en el espacio literario. Permanece con nosotros, con aquellos que amamos la auténtica novela negra. Tristes esos otros lectores que no lo lean. Lo siento por ellos.
LaBrava es de esas narraciones que puede atrapar al lector por ser lectura de leyenda sobre una historia, que nos lleva a participar en la añoranza del cine cuando su riqueza de contenido provocaba la devoción de las grandes películas y estrellas del celuloide sin artificios, unir nuestros recuerdos a los del narrador en secuencias de aquellos años en los que el Séptimo Arte dejó su huella imborrable en un espacio participativo del tiempo ya transcurrido que permanece en nuestra memoria.
Su sobresaliente protagonista, Joe LaBrava, antes de convertirse en fotógrafo independiente, creador por placer de una galería de personajes a su gusto y criterio rompiendo la línea clásica de lo correcto y poder trabajar con criterios propios libre de dependencias ajenas. Y es que anteriormente vivió unos años prestando sus cualidades en el servicio secreto, siendo guardaespaldas oficial de la mujer de Truman y de Ted Kennedy. Y aunque bien tratado todo transcurrió en puros aburrimientos. Lo contrario de su heterodoxo carácter y deseo profesional y creativo.
Luego trabajar por su cuenta sin tener que rendirle resultados a nadie, solo a sí mismo, y a veces con alto riesgo, con su cámara incisiva dispuesta a cultivar con especial afición el retrato en blanco y negro: matones, borrachos, derrotados de la vida, bailarinas desnudas por un puñado de dólares, marginados soñolientos dentro de su soledad. A los que sumar en primera línea un personaje cautivador extraídos de las viejas glorias del celuloide, Jean Shaw, estrella que desde los doce años de edad, se convirtió en su amor platónico y que ahora, recluida en el olvido de los años, entra en la vida de nuestro personaje en un tu a tu con diálogos aglutinadores de hondas emociones y pasado. Ella, poseedora de de un toque de atención, pese a la bebida y la ruina psicológica, todavía tiene una gran casa, muchas joyas y un Cadillac.
Con esa fauna variopinta, característica de las costas de Florida la historia que se cuenta muestra en su maleza un chantaje por valor de cincuenta y dos mil dólares a cambio de perdonarle la vida a esa estrella de la pantalla que tanto significa para nuestro original fotógrafo LaBrava, lo que resulta ser un juego de malabarismo mezclando intriga y diálogos de exquisito contenido.
La obra literaria de Elmore disfrutó de una serie de adaptaciones cinematográficas tensos y cambiantes: Los Cautivos, El tren de las 3:10, El Hombre,  Get shorty,  Out of Sight, and  Jackie Brown.
Pero la que podría haber sido la más clásica nunca se realizó: LaBrava vivió varios avatares, cálculos, reuniones y proyectos. Fue leída para ello por Dustin Hoffman deseoso de interpretar el papel de LaBrava, y el famoso Martin Scorsese aceptó dirigir la película; durante meses, se llevaron a cabo reuniones interminables en una suite de hotel en Nueva York. Corrieron las hojas del calendario, el ir y venir de unos y otros, hasta el cansancio de Elmore Leonard. Todos perdimos la gran ocasión de disfrutar de un clásico pasado al celuloide. Cosas propias de la trastienda del mundo del cine y sus complicados intereses.
Francisco Vélez Nieto
Publicado en ellibrepensador
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