Yo no culpo a la viña que nace verde y muere dorada,
ni a la tierra caliza.
No culpo al viento solano
ni a la uva que se sonroja cuando el sol la mira
y muere abrazada al otoño
en un sepulcro de roble.
Sólo culpo al pájaro que se siente libre
en jaulas de cristal
y vuela sin medida creyéndose Baco.
GABRIL GIL -Sevilla-
Publicado en Luz Cultural
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