De nombre voy a cambiar:
a la calle donde vivo,
la llamaré "soledad".
No me vengas con razones:
lo que tú has hecho conmigo
no hay un Dios que lo perdone.
Mi guitarra lo sabía:
con sólo sentir mis manos,
de pena se me moría.
Yo sola me he preguntado
cómo se puede morir
por alguien que está enterrado.
Pepita Oliva (Sevilla)
Publicado en la Revista Aldaba 30
No hay comentarios:
Publicar un comentario