sábado, 2 de julio de 2016

CUENTAN LAS GENTES QUE...


En las afueras de la Villa de Escazú, hacia el suroeste, tomando un trillo marcado con huellas de cabras y oloroso a tomillo y romeros, el caminante que se despoja de pendejadas, aquel que se aventura con coraje, sin llevar rosarios, medallas, o collares de ajos, puede alcanzar la misteriosa choza donde vive una criatura más vieja en años que el Cerro de la Muerte, pero tan fresca y lozana como agua de manantial.
Ella es la mujermuchacha sin edades, dueña de su dehesa y de su encina. Ella es La que Sabe. Ella fue testigo cuando Antígona se ahorcó para evitar ser enterrada viva en el tumba de Polinices…
Ella, mujer que ha vivido sin recetas y obediente a las leyes de la luminosa simetría del cosmos, siendo niña se enfrentó a Thanatos, dios de la muerte violenta, y lo hizo caer de espaldas, al demostrarle que el imperativo categórico de Emmanuel Kant le valía a ella un carajo!
Cuentan las gentes, que de los pocos caminantes que han dado con la choza donde vive esta mujermuchacha sin edades, fue don Elias Pajarón, el beodo de la Villa de Cubujuquí.
Don Elías, varón que jamás le tuvo miedo al Miedo, empinó el codo con un trago de aguardiente y como Sócrates al probar la Cícuta, alma y cuerpo se encaminaron a dar con el paradero de la mujer sin edades ni recetas.
Dicen que a una legua de andar por aquel trillo de huellas de cabra, ráfagas de sombras le hicieron sentirse que él era un pueblo feroz con necesidad de un Dios que pide sacrificios!
Dicen que, el sacerdote sin cabeza se le apareció ofreciéndole su herencia y unas monedas de dura plata.
Al negarse, el espíritu puro de don Elias se volvió la más grotesca impertinencia…y Don Elias en un arranque de juramentos de volcán, se despojó de su faja de siete huecos y de sus ropas.
Tiró a un lado las botas de Gilgamesh que calzaba, se arrancó la camisa de la realidad que le había servido de apariencia, y desnudo como un fauno y con una cantidad de estímulos hormigueándole el alma, se adentró valiente como si llevara la tea que despedaza las sombras, como si se hubiera vuelto el noble Erizo de Alajuela ante el infame Mesón.

Lionel Yino Sanchez -USA-

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