Cuando el último de mis fusibles
se corroía con la ponzoña de la soledad
Cuando el tiempo jugaba su gran baza
sobre el anodino curso de las lluvias
Cuando la nicotina saludaba al aire
agitando sus telúricos vapores
tomados por agoreros de destinos
Cuando los octubres tomaban sentido
aureolando paseos de grises celestes
con reflexiones de tinte wertheriano
Cuando los sonidos dejaban la lengua
en el alféizar de las tardes de mayo
Cuando los extravíos tomaron forma
y me danzaron en la palestra
de la tinta que derramé
por las venas de la poesía
Cuando todo parecía apuntar
a la destrucción de la aurora
sentí unos labios sumidos en fuego
sedientos de agua
murmurados en el rictus
de una autentica novedad
MANUEL JESÚS GONZÁLEZ CARRASCO -Madrid-
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