domingo, 3 de julio de 2016

EN EL MONTE SOLITARIO Y CLARO...



En el monte solitario y claro.
Observo el verde intenso
de las hojas de los álamos.
Y cada una de ellas me recuerda
el verde de tus ojos.
Esos ojos que eran como dos esmeraldas
brillando intensamente la noche de todos los santos.
Cuando nuestras almas se hicieron tierra y agua,
en el campo donde crecieron un ramo de corazones
con nuestros rostros gravados en sus arterias.
Y nuestras pieles extendidas por el valle,
donde paran a dormir cada noche
todas las lunas nuevas.

Debora Pol.

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