A la niña hace princesa,
adorna la cándida alma,
la roca de piel despierta
por caminos, vados y huertas
reparte su voz, su calma.
Hay un rayo que nunca cesa
guía de hombres y de infantes
peregrinos, caminantes;
de la mujer nacida presa.
Dicen que en su vida inquieta
quedo libre de silencios a la muerte del poeta.
GABRIEL GIL -Sevilla-
Publicado en Luz Cultural
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