martes, 28 de junio de 2016
MUERTE EN EL MACHU PICHU
Hojas de cuchillas
como lenguas de serpiente.
Atravesaron el corazón de la tierra.
Y los pulmones de los que respiran bajo ella.
Desde su torre de oro,
la luna sonríe como un chacal de humo
mostrando sus blancos dientes.
En la parte más alta del cielo...
La madre águila extendió sus alas,
como un manto de negra noche.
tapando con ellas, los ojos de los astros
y de las constelaciones.
Constelaciones que hace un millón de vidas
tenían cuerpo de hombre.
Un tifón de duro metal y de afilado acero
arrasa montañas de piel a su paso.
Dejando un rastro de corazones,
que se consumen como flores marchitas,
sobre un campo de pólvora y ceniza.
El dragón con sus garras de fuego,
cortó torsos de niños, y manos de madres,
que germinaban en los campos de maíz.
Y los párpados de los que dormían,
sobre el manto de un rojo río.
Y todo el Machu Pichu se volvió de pronto
un páramo de cadáveres,
con uñas de gato clavadas en el pecho.
Silencio, silencio, silencio.
El silencio grita en el interior del templo.
Con la fuerza con la que ruge un jaguar herido.
Cuya sangre baja por los montes,
regando los campos donde florecen manos en racimo.
y con la que muge un toro agonizante,
que está siendo devorado vivo
por una marabunta de hormigas de latón
Que clavan sus diminutos dientes
en lo más hondo de sus estómagos abiertos.
El dios Supay desde su trono de muerte
observa la caída de la noche contra el suelo.
Y a las montañas derramando lágrimas de escarcha
sobre los arbustos convertidos en lápidas.
Lápidas donde quedaron escritos
miles de latidos y miles de fechas.
Fechas que son miles de bocas cortadas,
y esparcidas sobre el terreno.
Como semillas de las que germinara,
el árbol de los tiempos.
Y Perú ahogado en un grito de fuego y sangre.
Gime con la constelación de sagitario
clavada en sus miles de ojos.
Ojos que miran desde lo alto de su torre de oro
como sus hijos eran reducidos a un latido entrecortado,
Un latido que oculta un corazón,
Que agoniza dentro de las entrañas de la madre tierra,
Debora Pol.
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