sábado, 28 de mayo de 2016
EL MENDIGO
A diario se dirigía al restaurante, en el que solía comer, para continuar luego con su trabajo. Cruzó la avenida y echó por la angosta calle que utilizaba siempre como atajo. No pudo evitar tropezar con los pies de un hombre que, sentado sobre la reducida acera, pedía limosna. Se disculpó y el mendigo le contestó apremiado que el “perdón” no le quitaba el hambre.
Levántese y acompáñeme, por favor. Quiero invitarle a comer –le dijo cordial.
Prefiero dinero. Así comeré lo que yo quiera.
Va a comer lo que usted quiera –le insistió.
El mendigo se incorporó dubitativo, desconfiando de una situación que nunca se le había presentado antes. Lo acompañó y entraron ambos hombres en el restaurante, comieron, charlaron y en la salida, al despedirse, le preguntó:
¿Cree estar ahora en condiciones de concederme el perdón que le pedí?
Sí, ahora sí. Ahora con el perdón usted me dignifica –le contestó el indigente.
Isidoro Irroca
No hay comentarios:
Publicar un comentario