La esencia atribulada del poeta,
desata vientos embravecidos,
levantando con rudeza, un mar
de piedras candentes, en búsqueda
de respuestas.
Ahoga todo un mundo de tristezas,
en fuente sin agua y sin flores, que
se pierden entre las sombras, de un
tiempo sin retorno.
Lúgubre es la capilla de su alma,
en medio de un coro de plegarias
y murmullos, complicidad macabra,
con el graznido de los búhos, en la
obra otoñal de su esquizofrenia.
Carmen Pedreros Avendaño -Perú / Guatemala-
No hay comentarios:
Publicar un comentario