Porque el amor se ramifica y canta
y se despliega como una bandera
y siembra por los puntos cardinales
su proteica sustancia inmarcesible,
no sé bien a quién amo ni a quiénes doy mis dones:
cuerpo de mujer tendido sobre el cuerpo del mundo
que recoge los frutos que escancia la memoria;
cáliz que acecha una victoria incierta
de un dios amortajado…
Y en los rigores y en las hendiduras,
volcado sobre el fuego de los días
que se expande y se extingue sin remedio
porque el hombre nació para la muerte,
te he dado, Amor, amor en las alturas,
en los oscuros, turbios barrizales
para morir amando y ser tan libre
como para seguir amando tras la muerte.
Del libro “Consumación de lo eterno” de
CARLOS VAQUERIZO -Sevilla-
Publicado en Luz Cultural
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