Me molestaba el ruido.
Pero quizás era el canto:
su grito de amor,
el conjuro desvelado.
¿Desafinaba de alas o de patas
mi pequeña mensajera
del sol,
opaca y chirriante
como una moneda sucia
que el verano desgrana?
Pero quizás era el canto.
Y yo no sabía
que se puede aserrar el aire
así
con tanta abundancia
de llaves derramadas,
con tanta lamentación
en el sonido,
con tanto vidrio atravesado
por ojos insolubles,
oh descarada y terca
juntando en la saliva de los astros
la manera del aullido
y el tono que convoca la asfixia.
Hoy maté una chicharra.
Porfiada de altas monotonías
era un puñal en el pecho del aire.
Maté su insecto desbocado,
su insolencia de vida,
su perfil de flecha en mi distancia.
Hoy maté una chicharra.
Un bicho pequeño
con cara de langosta tristona.
Una ternura destemplada
poniendo agujas en mi silencio.
Pero quizás era el canto.
NORA NANI (Leones-Córdoba-Argentina)
Publicado en Gaceta Virtual 112
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