jueves, 31 de marzo de 2016
MAR & VIDA
Una ola inmensa atraviesa mi alma,
adoro la espuma de una brava, la adrenalina,
poder sortearlas con algo de temor excitante, pero siempre llega la “racha”.
Esas de interminables olas que el temor ya se convierte en miedo,
y ése paraliza.
Vienen juntas y no hay por dónde escapar, solo esperar, que pase y se calme el mar.
Luchar con la naturaleza es una pretenciosa soberbia actitud del ser humano.
El mar está vivo, tanto como nosotros y,
la vida es esas rachas de buenos y malos momentos.
Lo interesante es tener los “huevos” de aceptar que nada es perfecto,
que la vida pueden ser olas embravecidas y otras calmas.
Hoy, es un día que quisiera no vivirlo,
la ola que veo acercarse,
puede matarme,
puede ahogarme o puedo atravesarla sin perder el oxígeno al tratar.
No sé qué me espera en segundos, minutos, horas o días,
pero tengo que confesar que tengo miedo, angustia
y un inicio de dolor aterrante.
Esa ola que viene no tiene tamaño, no tiene pudor, solo tiene ganas de tragarme entera.
Tiene ganas de desaparecerme o decirme en mi cara,
-¿Me quieres, no? Pues ahora aguanta mis embates, te lo mereces por desafiarme.
Dices amarme, no te creo la verdad.
Has tratado mil formas de atravesarme, de sortearme, lo has logrado, pero hoy no lo creo así.
Miraré en lo alto de esa cresta blanca y,
me entregaré a su decisión,
finalmente tendré que perderle el amor-odio y,
el miedo dejarlo atrás.
Esa ola sin dimensión, no me paralizará.
No importa lo que venga,
solo no quisiera vivir hoy,
no queda otra, lucharé por conquistar su amor,
pero NO sus embates de dolor.
Y entonces, es probable, que me tome
y me hunda con ella,
en su resentimiento contra mí.
Hoy, no quisiera estar viva,
¿Cobardía? no.
Miedo a ella,
Pero más a mí misma
al presentir el maldito dolor…
Cecilia Valdivia R.
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