jueves, 3 de marzo de 2016
BREVE, INTENSO, PERTURBADOR Y CON PIEL NUEVA
Breve, intenso, perturbador y con piel nueva
Se animaron a destrozar la cotidianeidad una vez más... porque a veces se miraban un rato largo, se contorneaban nítidamente, se rozaban los deseos y sus cabezas giraban como trompos.
Ellos, imparables y a sabiendas, se acercaron tanto, giraron juntos hasta caer exhaustos, quietos, satisfechos y recuperando la normalidad de la respiración con la mirada perdida en el techo. Ante el gran público fueron presentados como un amor prohibido, una elegía al amor breve, un amor perturbador de pocos minutos,
desordenador de órdenes concebidos y de confortables rutinas clásicas que no soportaría la proyección de sus modos en el tiempo.
A ellos no les importaba, lo hicieron como un recurso lírico, con la energía que se junta y la transversalidad de los polos opuestos, que atraviesa los límites conocidos y no escritos del placer.
Ninguno de los dos reclamó nada, ni habló luego de esos minutos,
donde reinó un silencio "stampa", respetuoso del momento y lo acaecido, no estuvieron solos.
Al culminar se vistieron de espaldas, todavía sensibles y conmovidos, el espejo ovalado, alargado y con aumento del salón reflejó un cambio de piel, de una piel que ahora está tersa y desde
el cuadro de Klimt ubicado arriba del sofá, se pudo observar brillitos en el agua, al danzar sus víboras el renovado cambio de piel.
Ambos, el espejo y el cuadro, despiden este breve microrrelato, un buen recurso lírico, utilizado para suavizar y sensibilizar la piel a partir de su fantasía.
Una buena fantasía hecha realidad, que se despide indescifrable, y que también con ella se despiden los actores del salón, van a preparar la cena para luego continuar la lectura o escritura nocturna, hasta que la piel necesite cambiar.
Miguel A. Ortega
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