domingo, 28 de febrero de 2016
LA ISLA DE LAS GAVIOTAS
En un bar de mala muerte de Belmopán, nos enteramos de la existencia de cierta isla, propiedad de un excéntrico millonario, cuya manía por coleccionar chicas hermosas, llamó nuestra atención. Hacía
seis meses que, Frank y yo, buscábamos a Celine, nuestra hermana. Habíamos recorrido sin suerte las costas del Golfo de México hasta llegar a Belice, siguiendo las pistas que recogíamos en nuestro periplo.
La nueva información alimentó nuestra esperanza. Arrendamos un barco y nos aventuramos con rumbo a la isla de las gaviotas, como la llamaban los naturales: una isla que no existía en los mapas, un lugar maldito. Nos detuvimos a un par de millas de las costas donde imperaba el ensordecedor graznido de las gaviotas. A continuación, buceamos acariciados por la calidez de las aguas caribeñas. En la playa fuimos capturados por una patrulla de mercenarios y conducidos ante la presencia de Mr. Cross, un hombre de mediana edad, interesado en la genética. Cuando se enteró del motivo de nuestra irrupción en sus dominios, se mostró compasivo y envió a sus guardias por Celine. Al verla, la
abrazamos felices, pero ella, absorta, envuelta en una manta, apenas demostró sorpresa. “Soy feliz aquí”, nos dijo y acto seguido se desprendió de su cobija y se acercó al marco del amplio ventanal quedominaba la habitación. De sus omóplatos surgieron unas alas y alzó el vuelo. La miramos estupefactos y a medida que bordeaba la costa, se convertía en una gaviota de grandes proporciones. Mr. Cross nos explicó que las aves que vivían en la isla anteriormente habían sido chicas hastiadas de sus destinos y que él las había liberado, modificándolas genéticamente para convertirlas en gaviotas. Exigimos que revirtiera el proceso, pero él nos indicó que aquello era imposible…
Todos los días, mis hermanos y yo sobrevolamos la isla. A veces, nos aventuramos en el mar, pero siempre volvemos a éste, nuestro nuevo hogar, donde alcanzamos el montículo más alto para contemplar el atardecer…
Jaime Magnan Alabarce (Chile)
Publacado en la revista digital Minatura 147
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