miércoles, 3 de febrero de 2016

EL ESPECTRO DE LA LUNA LLENA


[…]Al anochecer me acerqué a Punto Fijo, sobre el cielo nocturno se alzaban las enormes siluetas de las torres de las refinerías coronadas sobre el esplendor de las llamas de los quemadores de gas […]
Arturo Uslar Pietri

Pero esa noche la luna brillaba más de lo acostumbrado. Era una sirena entonando cantos mágicos. Atados y colgados por los hilos invisibles del astro, se decidieron a violentar el primer código establecido en el contrato que habían aceptado, hacía ya quien sabe que cantidad de años. (En aquel
lugar el tiempo parecía haberse detenido desde el primer día en que llegaron) Habían resuelto salir a recorrer los terrenos aledaños a la fábrica. Un enorme letrero les advertía. No pasar. Sus compañeros de trabajo contaban interminables historias de ese lugar. Decían que durante la luna llena un espectro maligno no les permitía el regreso a los que se atrevían a llegar más allá del letrero de advertencia. Eso no les importó. Se acercaron casi flotando, sin miedo a lo desconocido. En aquel lugar existían tan pocas distracciones, que estos simples pasos lejos de su hogar les parecía una gran aventura. Decidieron saltar la barricada y obviar el rótulo de advertencia.
Un fuerte y nauseabundo olor los hizo casi desistir de la idea de seguir. Sin embargo el sonido relajante de un afluente de agua les impulso a continuar. Llegaron a la orilla de un arroyuelo, que la luz de luna hacia resplandecer. Se inclinaron para lavarse.
Recogieron agua como sus manos les permitieron. Se lavaron mutuamente. Por primera vez vieron sus rostros sin la suciedad que por años los cubría. ¡Cuánta  belleza! Un aterrado grito perturbo el
instante fantástico en el que se observaban brillar mutuamente. ¡Abran las compuertas!
Escucharon gritar a alguien. Vertiginosamente una fuerte correntia les pegó un gran golpe, que los arrastro a ambos a un charco estancado. A su lado se hundían residuos de metales que podían
reconocer haber desechado, en la mañana de su día de trabajo, en la línea de manufactura. Atrapados entre los despojos, y sin poder casi inhalar el putrefacto aire, se miraron por última vez. Recordando la sonrisa de sus rostros limpios. Dejaron derespirar. Tal vez mañana alguien atribuiría su desaparición y muerte al espectro de la luna llena.

Nancy Nelly Ortiz (Puerto Rico)
Publicado en la revista digital Minatura 145

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