jueves, 28 de enero de 2016
EL ESPEJO DE LA VERDAD
De todas las atracciones que instalaron en la feria, ninguna atrajo tanto la atención, ni tuvo tanto éxito, como la de “El espejo de la verdad”.
-¡Aventúrese a entrar y vea lo que tanto se empeña en ocultar a los demás! ¡Póngase, si se atreve, delante del espejo que nunca miente! – gritaba el anunciante desde su tarima.
Atestiguaban que, el que se asomaba a él, se veía tal y como realmente era. Te refleja el alma, decían, sin que nadie más pudiera verlo. Ese era su misterio y el punto de seguridad necesario para que todos se sintiesen atraídos.
En la salida, se apilaba la gente para ver con qué rostro salían los que, finalmente, osaron entrar y, desenfadados, expresaban sus comentarios dependiendo de si éste era de asombro, alegría o terror.
Cuando el viudo Edward Dark salió por la puerta, tal era su aspecto, que todos supieron, sin ninguna duda, que él fue el verdadero asesino de su esposa.
Isidoro Irroca
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