Autoinmolándose, la línea recta eligió circunvalar. Deslizándose hacia la cuadratura, la circunferencia perdió sus arcos sin presentir la metamorfosis. Dividiéndose, el cuadrado, en parto
de trillizos, engendró rectángulos. Parricidas, los triángulos, para ser, descuartizaron el cuadrado. Obtuso, el ángulo recto, torpemente exhausto, se reclinó. En su rectitud, la curva se enderezó. Reduciéndose, el círculo, de tan poca cosa, quedó en punto.
Del libro Cada gota de azogue acerca el mundo de
FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES
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