viernes, 4 de diciembre de 2015

LA PRIMERA VEZ QUE CORRÍ


Goethe interpretó que la libertad es como la vida.
solo lo merece quien sabe conquistarla todo los días

Tengo que remontarme cuando tenía catorce años estaba cursando segundo año del magisterio en salta.
Siempre fui rebelde e inquieta; había días que estando en aula me sentía encapsulada y no toleraba a los profesores sentenciándonos con las notas o advirtiéndonos que debíamos estudiar para evitar ir a examen. Esto sucedía frecuentemente los viernes.
En uno de los recreos propuse a mi mejor amiga Odila hacernos la rabona, ella me miró con cara de pocos amigos. En eso que trataba de convencerla, se acercaron  tres compañeras más, María del Carmen, Marta y Beba. Ellas eran más audaces al escuchar mi propuesta aceptaron muy entusiasmadas mi idea y comenzamos a planificar nuestra gran aventura.
Sería el viernes a las siete de la mañana, nos encontraríamos en la esquina de las calles Güemes y Zuviria. De allí partiríamos rumbo a la villa San Lorenzo, quedaba a tres kms de la ciudad.
Cuando llegó el día nos propusimos, que sería el mejor día de nuestras vidas y así fue.
Cuando llegamos a destino nos despojamos de todo lo que llevamos y nos recostamos en el pasto ¡pero tuve un impulso! me levanté y comencé con los brazos en alto. En ese momento tuve la sensación de sentirme libre por primera vez, mis compañeras se levantaron me imitaron riéndose de mi ocurrencia. Corrimos tanto como si quisiéramos plasmar para siempre dentro nuestro esa sensación de li-ber-tad.
¡Nos sentimos extenuadas pero felices! al transcurrir las horas reglamentarias del colegio regresamos a la ciudad.
Al llegar a la plaza que está a una cuadra del colegio; vinieron a nuestro encuentro Julia y Angélica, para advertirnos que los padre de los alumnos que no asistieron a clase, fueron notificados. Nos miramos y dijimos "lo hecho hecho está" y que Dios nos ayude ¡quién nos quita lo bailado!
De regreso a casa vi a mi madre esperándome en la puerta, me detuve un momento no sabía si ir a su encuentro o volver a correr, pero esta vez sería para salvar mi pellejo.
Cuando llegué hasta donde ella se encontraba; me rodeó con sus brazos mis hombros y aun así esperaba alguna reacción de su parte.
Solo como ella solía hacerlo con una amplia sonrisa me preguntó como me fue en el colegio. Por primera vez tuve que poner cara de póker y con un profundo suspiro respondí ¡mara-vi-llosa-mente.!
después de esta gran aventura nunca más me atreví a programar otra rabona.

Fanny Kaufman

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