martes, 29 de diciembre de 2015
CON EL CORAZÓN ANCLANDO EN LA TIERRA
(Elegía a Miguel Hernández.)
Hijo de una España que se devora a sí misma.
Que bebe de su sangre, pues su sangre está viva.
Que tiene la piel levantada por las yuntas de los bueyes,
Y por las astas mecánicas de los toros de azufre.
Que late con el corazón fuera del pecho.
Y que grita con las entrañas desgarradas
por la afilada cuchillada del hambre.
De una España que se consume en su propio esqueleto de barro.
Y que agoniza en su propio pulmón de hierro.
Una España que tiene sus ojos abiertos.
y son unos ojos, en cuyos iris se refleja
la calavera a medio descarnar de un caballo.
Unos ojos fijos, que miran como ojos de muerto.
Donde el campo antes verde y vivo.
Ahora es un campo santo.
Un campo lleno de flores cuyos tallos son de marfil.
y de arboles cuyos frutos son dedos.
Que vistes el rostro desfigurado de la miseria.
Tú que eras mas de la tierra, que la propia tierra
que pisabas con tus alpargatas.
Y en donde dejaste gravada a fuego tu huella.
Hijo de una España herida en su alma y en sus huesos.
Una España que ya no es, sino de la carcoma, su árbol.
De la pezuña, su caballo.Y del niño, su llanto.
Miguel hasta no hace mucho tiempo te llamabas.
Así te recuerdan los que te conocieron:
Tu amigo Vicente con sus ojos bañados por la luna.
Federico, cuyo cuerpo es un jardín de amapolas
y en cuya sangre seca, brota ahora cabezas de paloma.
El Joven Antonio Buero, que te pintó el alma
y el alma de tu cautiverio.
Y Pablo con su voz de humo que serpentea.
Ahora poesía te llamas.
Poesía que palpita, que vive, que sangra.
Poesía que sabe a tierra.
Y es una tierra suave y mojada.
Tu muerte que es una muerte callada.
Alza su voz ahora, una voz que rompe las paredes
que perfora las gargantas.
Una muerte que dejó abiertos, tus ojos verdes y eternos,
viendo en el infinito la cara de tu hijo.
Miguel, sangre, poeta, hijo de una España que se desmiembra.
Descansa con tus huesos al aire, y con el alma en la tierra.
Descansa como alcanzado por un rayo.
Rayo vibrante, rayo que no cesa.
Siendo viento de tu pueblo y niño de Orihuela.
Debora Pol.
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