viernes, 27 de noviembre de 2015
LA VENTANA DEL CIELO
Apoyado en el mirador, desde la ventana,
buscando en las calles sondeadas de historia,
abocado a tu mundo de callejuelas estrechas,
tan feliz que me encuentro hermoso mirándote,
simple, desnudo, sorbiendo del alivio
y el deseo de querer también desnudarte,
apoyado a la ventana, que va a dar a la puerta,
desde donde los pasos te llevan hasta el alma
de tu calle, hilvanar la fuerza del éter vivo
con la viveza que aporta luz de conocimiento,
agrupando reliquia y redondez de luna,
sabiendo que eres una página en blanco,
aunque en el fondo seas un libro abierto,
para nombrarte ciudad eterna y acomodarme
a tu copa que se dirime en subidas y bajadas,
vegas que hacen cábalas de la ancianidad,
torreones y cúpulas llenas de amalgamas,
vidrieras, perímetros para cobijar la brisa
de los días que amanecen encapotados
y arcos para dar la bienvenida a los visitantes
que traen la primavera bajo el brazo,
en los días soleados que reclaman aurora.
Apoyado, cuando el dolor es irrecuperable,
cuando la tristeza se encuentra dormida,
cuando vacilan los ecos del cielo con los ecos
que no vienen de ninguna parte, y cuando
la catedral vomita hijos de incienso y ramos
de amor dibujados en lienzos, que no son más
que arte de la historia del desvelo y de la historia
que elegimos para tener una vida por delante.
tendida, que se postula acomodada
en una habitación con luna, porvenir de los sueños,
simetría de los guiños y aureola a domicilio.
Apoyado en la ventana, mirándote como se mira
dentro de tu fragua resplandeciente donde
se dirime la sensibilidad de los tiempos,
razón pura de sentirte por todas las partes,
o realidad de llevarte, como te llevo, tan dentro.
Cualquier palabra, cualquier vaciedad de altura
no te pertenece, como nunca te pertenecerá
el vacío que deja la vida, sin atisbar con asombro
de mira la luz que trepa hasta el firmamento,
desde tu vientre de piedra, desde tu seda,
desde el alma que abona toda la tierra, y las cigarras
que se visten de estrella, se beben del río el agua.
Fernando Novalbos Sanchez
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