martes, 24 de noviembre de 2015

LA HISTORIA DEL LOBO


Escrupuloso, el lobo limpia sus pezuñas. Los otros machos se burlan. Tendrá que explicarles: Le aterra contaminar la carne que comerá. El lobo, resignado, muerde la naranja. Está en contra de las modas vegetarianas en las manadas. Sólo que el frescor del jugo mejora el aliento. Y, la caza, no debe ser ahuyentada. El lobo olfatea: Siempre las rosas. Un lobo con una rosa en el pecho es irresistible. Da imagen de elegancia, de buen animal. Hasta su primer mordisco pareciera inofensivo.
El lobo tropieza, cae, se muerde a sí mismo. Y saborea.
Recuerda las advertencias sobre los riesgos de autodevorarse.
Recuerda la maldición familiar de desaparecer no dejando más que la dentadura. El sabor, sin embargo, es tan fascinante.
El lobo tiene hambre. La carne parece tan apetitosa como la ha imaginado. Pero el bocado envenena sus sueños: Es altamente nocivo el plástico de las muñecas inflables.

Del libro Cada gota de azogue acerca el mundo de FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES

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