Anochece
en la ciudad.
Las sombras desaparecen
al encenderse las farolas.
Los últimos paseantes
se retiran a descansar.
Solo dos o tres coches
circulan por las calles.
Anochece
en la casa.
Enciendo las luces del salón
y dejo el pensamiento volar.
Nada ha cambiado
y todo ha cambiado.
Sigo aquí sentado
y tú, como siempre, me sigues esperando.
Anochece
en el despacho.
Enciendo el ordenador
para leer el correo
y no hay nada tuyo.
Otro día sin saber dónde estás,
sin saber con quién,
sin saber por qué callas.
JOSÉ LUIS RUBIO
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