En los confines de la noche
la divina quietud
me atrapa en su silencio
tan repleto de enigmas
y aprendí a mirar sin tiempo
a no pasar horas perdido
persiguiendo la serenidad
bajo este fragor del viento
con su canto innumerable
que huyendo de si mismo
golpea nubes borrascosas
dando vida a los relámpagos
que invaden mis pensamientos
perdidos en otros tiempos
tras las huellas verdes
de un paisaje recién nacido
que estrena su espacio
y sus primeras nubes grises
donde la salvación
es la pureza de la lluvia
que enmudece la emoción
y empapa las sensaciones
dando paso al sosiego
con el cielo y mis ojos
los dos lloviendo a la vez.
Ricardo Miñana
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