Encerrado en la penumbra
de mis transparencias,
desmorono sin pudor
la grasa de mis desvelos
y desmigajo con ansia
los pájaros que huyen.
Busco entre mis abrazos
la ropa del día,
la incorporo a mi cara
y vuelvo a respirar
con gallarda resignación,
para entregarme
a las añagazas y gorjeos
de la intacta mañana.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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