viernes, 3 de julio de 2015

ÉL


¿Qué pudo decir
cuando cerró los ojos
y vio el miedo pintado de incertidumbre
en el tiempo que gastaba
coloreando sus prestigios amistosos
para sentirse observado?
¿Qué pudo decir él,
tan enorme,
enfundado en su abrigo de piel vuelta?
Apenas nada.
Una turbación momentánea
que fumigó con la rabia de su auto
saliendo el primero en el semáforo.
Sin embargo,
personalmente,
confundió su espejo retrovisor
con una lejanía inasequible.
Por encima del mal y del bien,
compacto en su ignorancia,
la velocidad ratificaba
su poder,
una espita donde su cuerpo
goteaba
sobre las aguas revueltas
que devolvían su imagen.
Más tarde,
en su guarida,
prendió todas las luces
y divulgó todos los sonidos
para despojarse del silencio;
era noche cerrada
en un invierno inhóspito
y su rostro se desguazaba
por más pastillas coloradas
y whisky de malta
de avituallamiento.

MANUEL JESÚS GONZÁLEZ CARRASCO -Madrid-

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