Duele, duele tu frío cuerpo sobre mis sueños.
Tus pupilas cerradas, tus labios sin sonrisa,
este dolor que no cesa y aprieta el corazón
y lo destroza.
Duele que no hables, no digas mi nombre,
robarte una sonrisa, acariciar tus cabellos,
tocar tus manos.
¡Ay hijo!,
cómo duele tu ausencia y no hallo
algo que llene este vacío inmenso
dejado por tu partida
y ahora no puedo sacarlo de mi pecho.
¡Ay dolor!, estás conmigo día y noche,
no cesas de atormentarme.
Dolor, te quedas y no te vas por otro sendero.
¿No te basta llevarte su existencia?
Me arrancaste al hijo, mas, no te has ido,
te divierte herir con fuego su recuerdo.
Pensamiento dueles,
eres un grito a medio camino,
enlazado a mis cuerdas vocales,
una súplica que se ahoga, no sale estruendosa
lastimera,
y no puedo pronunciar tu dulce nombre
sin que el sollozo lo enmudezca.
Duele tanto, la noche, el cielo oscurecido,
el susurro del viento, y el caer de la nieve.
Todo al pasar duele, deja una honda herida
y no habrá cicatrices que la oculten
aunque pasen los inviernos y sus fríos,
aunque los años se desplomen a pedazos,
nada en mi corazón de madre
podrá borrar, tu amada presencia.
MARIANELA PUEBLA (Valparaíso-Chile)
Publicado en la revista Gaceta Virtual 102
No hay comentarios:
Publicar un comentario