¿Quién te incitó a aterirme de ese modo
tan ali acontecido con que arrecias?
Si me tuviste por estatua, erraste
el vértigo, la piedra, la intemperie.
De tiempo somos y con prisa vamos.
Nada tan vulnerable como un árbol
cuando un airón de otoño disemina
la sombra que lució. De tumbo en tumbo
los paisajes del alma amarillecen
la lánguida hojarasca. Regresemos
a aquella edad gacela que corría
del sotobosque a la ribera amena
para ver de saciarse la presura.
Juguemos a perdernos como cuando
la niebla no mojaba. Los sonidos
de aquello tan celeste, ¿qué se hicieron?
Si alguien los ve, que avise a las estrellas.
Me acostumbré a la música, ya oís.
Del libro “LA LLUVIA DESEADA” de ANDRÉS MIRÓN -Sevilla-
1º Premio, XXI Certamen de Poesía Searus, 1998
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