Se acuesta al lado de su pequeño hijo y lo cobija con ternura. Le besa la frente, acaricia sus mejillas, le sonríe con dulzura. Lo observa dormirse con una devoción que me sobrecoge. Es bello el espectáculo, sin embargo me entristece aunque trate de evitarlo. El hijo que contempla es el de la otra y nunca ha mirado así al nuestro.
Calia Andrade -Chile-
Publicado en Suplemento de Realidades y Ficciones 63
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