martes, 28 de abril de 2015

AFIRMO QUE TE VI


Abrir los ojos
también se logra
ya sin vida.

¿dónde estas?

Recuerdo que nunca te tuve,
serás madura como concluyente flor,
duele hondo
entre indiferentes ecos.

¡afirmo que te vi!

Un lecho bajo el celindo
dobla mi erección existente,
cincela tus senos entre silencio y sombras,
opulentos por el frío.

¡tu transparencia sin habla hirió el viento!

En el tiempo no hay fecha,
ya pensaré
como aceptar el riesgo sin tu cuerpo,
rival que olvida las cicatrices.

¡parecías una magnolia tierna!

La seda de tus ojos
elevaban ese deseo mío,
era otro cielo girando en la penumbra
allí voy a morir.

¡décimas de segundo besando mi retina!

Tu presencia sentía venir de lejos,
resuena en mis embalsamados sueños
como un amante perdido sin tener nada
fuera de ti el anuncio de un banquete.

¡yo abrazo lo que adoro!

Tímido en el lecho del mar,
allí reunidos,
alguien asesina al sol,
tu enardécete
ausente,
reposa entre las alas de la luna.
¡Eres el violín de mi descanso!

Llegaron;
la fragua de la noche
con ojos sin pestañas
y observando al cielo
el botín de una hembra
hundido en tu vientre.

Tu miras el laurel de tus manos
desbrochando tus labios risueños,
están enfermos y desolados,
encuentra mi vigilia dispersa
rodando entre suaves aguas mansas.

¡Ser viento es mi tatuaje!

Unges con estribillos
las aberturas del vacío,
con tus pies formando
marchitas espumas
infinitas en sueños y silencios.

¡En mi tiempo hay una pena volando!

En mi boca fluye
una puerta que une el día y la noche,
dos corazones que derrotan al poeta,
te atraen y te sientan a mi lado,
es la distancia que me repudia.

¡Aquella bella se detiene!

Tierna
limitas mi aliento
como decirte con invisibles gestos
que mi corazón se puso intimo,
y encallecido se hizo mariposa,
y quedó dormido en su tiempo libre.

¿Vendes el néctar de tu espíritu?

Interrumpes esta sensación dulce
atravesándome de lluvia,
cubres el silencio apretando el sexo,
tu sexo entre áridos muslos
donde tiemblo a ciegas
con el circulo de mi boca,
¿podrás salvarme entonces?

Manuel Vílchez García de Garss

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