SÉ QUE NO ESTÁS, que no estaremos ya
nunca más celebrando
la vida en corro, la pasión de tanto
empeño por vivir como poníamos
en las clases aquellas
del Quattrocento y la Comedia.
Llueve
sin remedio en Sevilla como puede
que esté lloviendo en Roma, en ese largo
dei Lombardi en que cuentas
tu edad por campanadas. Aquí nada
cambió de no ser yo
con mi lenta calvicie y con mis versos
creciéndose más hondos
cada vez.
Viví tanto
entonces que me llevo
más de un año a mí mismo. Qué distinto
el tiempo si se cuenta
sólo por cursos y postales. Vale
la pena un verso que nos salve a todos
de este olvido. Apellido
el tiempo con sus nombres, digo Carmen,
Manolo para siempre, el atrevido
Javier y Tony, amigos
en torno a la voz de siempre
tímida de Tonini sigilándonos
las preguntas, no fuera
su virtud transparente, su tristeza
de Murano a quebrarse.
Aquel verano
en Roma cuando deban
las palabras de sí si se decían
de noche, en el eclipse
de cúpulas y siglos. Todo ha ido
quemándonos el tiempo hasta dejarnos
señales y perdernos
en su misma humareda.
No nos queda,
Piedad, otra razón que esta ya oscura
manera de saberme
justificar conmigo. Uno recuenta
sus años como tumbos. Ve la vida
que puso en estos claustros y no acierta
razones.
Si no fuera
porque a veces la edad es ir mirando
más vencidas las cosas, más sin ellas
cada vez, gritaría
sobre tanta derrota esa secreta
victoria que hoy la vida
le ha venido cediendo a mis palabras.
Del libro “CORREO DEL SUR” de CARMELO RAMÍREZ LOZANO -Badajoz-
2º Premio, X Certamen de Poesía Searus, 1987
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