viernes, 27 de marzo de 2015

LAS HORMIGAS


Se levantaba todas las mañanas y miraba por la ventana las hojas secas. Más tarde andaba por el jardín tratando de no pisar a las hormigas. Le parecía un acto criminal pasearse libremente por el pasto.

No puedo decirles su nombre porque si lo digo es como si existiera, y quizá exista, quién sabe. Hay algunos sueños que son reales pero parecen imposibles. Tal vez ese sea su caso.

Que tenía ojos verdes estoy seguro; que el sol recorría su piel morena imperturbable por el paso del tiempo; que el viento le suspiraba como a un bebé y ella juguetona se reía cariñosa, como si todo a su paso fuera un juego de niños.

La cortejé hasta que llegaron las lluvias. Luego el clima pareció cambiar con su ánimo y olvidamos darnos los últimos adioses. Recuerdo -no, no recuerdo- que nos quisimos besar bajo un almendro y dos o tres manzanas salieron rodando por una esquina.

Ahora me levanto todas las mañanas y miro por la ventana. Más tarde ando por el jardín tratando de no pisar a las hormigas. Qué acto de inconsciencia, pasearse libremente por el pasto.

Marina Burana
Publicado en la revista Arena y cal 219

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