martes, 31 de marzo de 2015
INFLUJO DEL DUQUE BLANCO
Despeñan pétalos níveos
En primavera
Bajo el atuendo aromático
Obnubilada estoy
Gritan las chicas, locas gargantas
Obscenos juegos de alas batiendo
Un bosque níveo
Trozos de tallos oscuros la sustentan
Bancos donde posarme
Beber del embrujo sin nombre
No quedan viejos en el lugar
Nadie sabe dislocar el entuerto
Ay, me duele la piel
Acaso son agujas nacidas de mis adentros
O piezas de vello reluciente
Clavan acordes de cerezas maduras
Influjo del duque blanco, padeces, me susurra la meiga
Abro los pantanales del sabor
Se cuela el enjambre de aromas
Me escondo bajo un escueto sombrero cómplice
Disimulo mis labios rojos
Resbalan en mis comisuras el delirio hecho arrope
Mi soflama se me cuela entre las piernas
Derraman la miel las abejas, a los pies de mí, la reina
Acaricio mis conjeturas con el filo de la lengua
Te advierto del influjo, te me sorbo
Acuciante añades bocanadas de mar embravecido
Y qué, resuena tras la espesura, y qué
Nada nadie, nadie nada, bajo la cubierta de tu apertura
Rendida al envite sigiloso del leñador en la maderada
Ahogo el gemido arrancado a mis instintos montaraces
Soy escurridiza valedora del mundo
Me embebo, me anego, me satisfago
No te vayas, dame la mano, viajemos juntos.
Santiago Pablo Romero -Trigueros-
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