sábado, 28 de marzo de 2015

AL RECUERDO DEL ROMANCE PERDIDO


Cuando te conocí
no te vi como el principe azul.
Te miré como el compañero
que quizás vería cerrar mis pupilas
en mi último suspiro de vida.

¿Cuántos anhelos se forjaron
en mi soñadora cabeza?
Nunca te exigí afecto,
no pedí nada material,
creí que el hogar eterno
que me habías prometido
era más que suficiente.

El lazo que nos uniría de por vida,
pronto aquella madrugada llegó.
Fue tu mejor regalo;
aún sigue alumbrándome cada mañana.

Quizás hoy,
ambos no recordemos los sacrificios, ayuda o cuanto apoyo
en su momento nos brindamos.
A veces se nos hace más cómodo recordar los errores del otro.
Vaya aberraco proceder del ser humano.
¡Qué más da, si ya no hay marcha atrás!

El pedestal donde hice tu altar,
en el momento menos esperado,
añicos se volvió.
Jamás sospechaste que tus propios vocablos
terminarían de finiquitar
con el afecto de una década
que creí sentir por ti.

De negro se vistió mi dolor;
la nublada depresión
de mi cuerpo se adueñó,
haciéndome creer
que estaba de luto mi corazón.
Todas sus etapas poco a poco las superé.
Perdiéndome en el mundo de las letras, fue donde todo claro volví a ver.

Mientras pasaba la turbulencia,
en mis oraciones clamaba
borrar todo odio en mi interior.
Imaginaba, inventaba;
la profecía de mi súplica se cumplió.
Al despertar todo lo que respiraba era paz.

Lo único que desquiciadamente deseaba, era la tranquilidad que nuestra existencia terrenalmente marcó.

Como dos seres civilizados
nos comunicamos mejor que ayer.
No hay rencor, no hay dolor.
La sana convivencia florece
día a día haciendo feliz
el entorno del pequeño ser,
que nos ve como sus héroes.
El que un día pidió no ver más
a su madre llorar.

¿Cuántos no pasan por la misma espeluznante situación?
Provocando un caos,
poniendo al frente todo lo material.
Transformando su hogar
en una zona de combate.
Olvidando a los inocentes deudores
de la factura de sus inadmisibles complicaciones.

Algunas causadas
por el alacrán de la infidelidad,
la hechicera economía,
o simplemente la disipación del afecto
por causa de la monotonía.

El diálogo es y será en estas guerras
el inicio de una paz conyugal,
aún cuando se haya perdido el título matrimonial.
No se necesita tenerlo
para vivir en una sagrada armonía.
Por el bien de los soldados en cuestión.

Ingrid Carolina Amaya -Estados Unidos-

No hay comentarios:

Publicar un comentario