Día tras día, tus días te fueron dejando solo,
mientras tú, noche tras noche, gemías de insomnio en insomnio.
Tú, lejos de ti y deshecho como un muñeco roto
y un absurdo espantapájaros, no salías de tu asombro.
Y es que tú ya no eras tú, y es que tú, triste y remoto,
eras ya una agonizante lágrima mordiendo el polvo.
Día tras día, tus días, entre adioses dolorosos
y equívocas puñaladas, se iban unos tras otros.
Se iban tus días amargos, se iban yendo sin un sorbo
de ilusión y una nube en donde poner los ojos.
Del libro DICHOS Y CAPRICHOS DEL COPLERO de
JUAN CERVERA -México-
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