domingo, 4 de enero de 2015
PARA QUE ME ENTIENDAS
(Para Xixa, por su “repentina” mejoría.)
Te presentaste en mi vida, enferma
de olvido, de trincheras,
cuan perro apaleado que se acerca,
haciendo un último esfuerzo,
a esa mano que posee un poco de pan
duro.
Viniste sin saber por qué venías,
sin calcular las distancias, sin calcular
los rencores, desconociendo por completo
la medida del dolor, la medida
de mis manos, la medida
de mi ansia por saber,
para que me entiendas,
lo que haría con tu vida…
Te estrellaste contra el muro
de mi ser que no perdona, que no transige,
que puede hartarse de ver sufrir,
sin piedad, sin compasión,
pero conociendo el alma humana,
el destino implacable,
esa verdad y esa mentira,
que se esconden tras unos ojos,
para que me entiendas,
apesadumbrados…
…Y supimos reclamar lo que era nuestro,
…y supimos subir a la montaña de la desdicha,
…y bajar por el sendero de la búsqueda,
desconociendo por completo lo que abajo,
había…
Ahora contemplamos nuestra obra
y nuestras manos reparten su pan;
han caído todas las vendas que ocultaban
tus lágrimas, se han desatado
las correas de la miseria, de las manos
temblorosas, de los pies invadidos,
para que me entiendas,
por ese vago recuerdo que se hace fuerte,
tan sólo,
para deshacerse,
para ignorarse, para volverse
a ocultar, tras la pátina de esa mirada
que ha terminado por velarse.
Ahora estás,
para que me entiendas,
curada…
Ahora estamos,
para que me entiendas,
por fin,
enamorados…
Julio G. del Río
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