martes, 30 de diciembre de 2014
MEMORIA DEL PADRE
Recuerdo que mi escuela tuvo un balcón de árboles
y un patio junto al claro viaje de los gorriones.
La vida era una mano que me esperaba afuera
y una cabeza blanca, llena de sueños altos.
Era mi padre. Íbamos juntos. Era el mundo.
No había más en las trémulas soledades del alma
que su paso ya lento, su voz dulce y antigua
y el tiempo azul que araba la tierra de mi infancia.
Salíamos de noche, la pequeñita sombra
de mi cuerpo de niña junto a su sombra grande.
Él hablaba un idioma de recuerdos y ausencias
y me enseñaba nombres, banderas y ciudades…
Padre, lo que más duele de tu ausencia
es no poder hablarte.
Todo está igual en esta casa tuya
y la música invade
la armonía tranquila del domingo y la lluvia.
Sería exactamente igual que si estuvieras.
Todavía la madre tiene dulces los ojos,
el hermano sonríe con la misma sonrisa
y la hija te busca para contarte sueños.
Exactamente igual sería, pero callas.
Lo más definitivo de tu ausencia, lo duro
es no poder hablarte. Sabiendo que no escuchas
sentimos que perdieron su objeto las palabras.20
Hasta el nombre del niño pierde un poco de lumbre
porque no está en sus letras tu voz dulce de abuelo.
Y de pronto nos hiere, por tu rostro disperso,
su rostro que te copia, suavemente pequeño.
Todo está igual y ahora yo no encuentro mis pasos
y la música vuelve sin llegar a tu oído.
Sobre la mesa el pan ya no aguarda tus manos
y está el papel en blanco y están quietos los libros.
Maeterlinck nos enseña que cuando recordamos
a los que ya se han ido, nos ven llegar a ellos.
Esta mañana tibia te buscan mis palabras
y mi amor infinito, más allá del silencio.
Del LOS POEMAS DE ENERO de MARUJA VIEIRA -Colombia-
Publicado en la Antología Todo el amor buscando mi corazón
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